jueves, 22 de abril de 2010

La Saga Mixa - consecuencia de la tolerancia cero


Lo que comenté en el post de ayer en la noche (Mixa, Mixa, Mixa) es hoy portada de los diarios de hoy. Y la radio nos anuncia que Mixa habría renunciado (69, si calculo bien...), con carta al Papa (él no puede renunciar así no más... sino que tiene que presentar su renuncia al Santo Padre y éste, aceptarla).

Periodista (mujer) de BR (Baviera) dice, muy mesuradamente que esta renuncia -sin parangón en la historia de la muy movida iglesia alemana- que esta es una consecuencia de la tolerancia cero promovida por el mismo Benedicto 16.

No es sólo el tema de los famosos Watschen (Ohrfeigen en Baviera y en Austria, ver artículo anterior, recién citado), sino que se ha descubierto irregularidades (en forma de malversación de fondos) en el mismo hogar de niños a los que él habría pegado estas "cachetadas".

Efectivamente, se ha denunciado que, con el dinero del hogar, Mixa entonces párroco, habría comprado un anillo, vino y otros objetos artísticos. Lo que todo el mundo se pregunta es por qué esos fondos se destinaron a objetivos distintos a los propios del hogar.

Lo que más molesta es que don Walter era de los que opinaba acerca de todos los tópicos -incluso los políticos- y que, frecuentemente, indicaba con el dedo, como se dice en Alemania, a los demás. Sin embargo, cuando le preguntaron si él mismo había golpeado a niños, aseguró repetidamente que tenía un "corazón limpio". No sé Uds., pero yo creo que, en la historia de la Humanidad, esto sólo lo podemos decir de la Virgen María... de nadie más, menos de nosotros mismos. ¿Cómo andamos de humildad?


5 comentarios:

koppieop dijo...

Hola querida Marta:

En relación con bofetadas, quiero aportar mi experiencia hasta los 13, 14 años - en mi casa, no en un instituto educativo:

Cuando yo oía un característico silbido de una nota corta y otra más larga que terminaba en un staccato, sabía que mi madre requería mi presencia inmediata. A veces, la demora excedía su -generosa- paciencia, y entonces me esperaba un castigo. La mayoría de las veces era corporal; tanto ella como papá me daban sólo un cachetazo, pero de vez en cuando decidían el uso de una varillita de bambú - que yo mismo tenía que llevarle. Cuando el pantalón no amortiguaba el golpe, dolía, pero no por mucho tiempo. Por ejemplo, nunca me impidió comer sentado.

Ellos eran bastante severos. Sin embargo, en los recuerdos de mi infancia los juegos, deportes y andanzas callejeras ocupan mucho más lugar que los castigos. Porque mis padres aplicaban esa varilla no para travesuras simples como llegar tarde o no hacer las tareas escolares. Las faltas consideradas graves eran la desobediencia y la mentira. _La mentira lleva al robo, y el robo a la cárcel_, no se cansaba de advertirme papá. - Un dicho árabe es más duro: _El que miente, roba, y el que roba, mata_.

A mucha gente, el castigo físico les parece una crueldad. Yo creo que, aplicado con criterio, no lo es, y estoy seguro de que la gran mayoría de mis contemporáneos que han sido educados de ese modo, piensa lo mismo.

Saludos Marta, y un buen fin de semana,
Federico

Marta Salazar dijo...

Gracias querido Federico!

aunque yo creo que la diferencia está en que una cosa es lo que hacen o pueden hacer los padres y otra, muy distinta es si los profesores pueden golpear a sus alumnos...

este es el caso de Mixa...

qué opinas?

Un abrazo fuerte!

koppieop dijo...

Totalmente de acuerdo, Marta. No había pensado en la diferencia - a pesar de que la mencioné al principio. Tenía en mente el hecho de que son ámbitos distintos y complementarios a la vez. Cada uno con sus reglas. Entre las de la casa figuran (deberían figurar) la obediencia -no ciega- y la honestidad. Si los chicos aprenden a respetar esas normas en su casa, los docentes no tendrán necesidad de castigarlos por esos motivos.
Creo que esa complementariedad sigue existiendo pero últimamente se ve perturbada por el aumento de hogares inestables. Esto "obliga" a docentes a reemplazar a los padres, y por cierto, muy bien no lo hacen. En su defensa diré que, contrariamente a las casas, en las aulas hay que enfrentarse con decenas de chicos. No serán todos rebeldes, pero bastante solidarios cuando no deberían serlo. Lo que, a su vez, es algo que se lo deben enseñar sus padres/tutores. Como la caridad bien entendida, la enseñanza empieza por casa.
¿Soy muy ingenuo?
¡Un abrazo Marta!
Federico

Marta Salazar dijo...

te encuentro razón, querido Federico; y no creo que seas ingenuo ;) Un abrazo muy fuerte!

koppieop dijo...

Marta, muy contento con tu reacción. Te contaré la continuación de mi primer comentario. Te lo mando por mail, como adjunto, porque me parece un poco largo para este espacio. Pero es lo suficientemente corto como para leer en cinco minutos de ocio. Hasta me atrevo a suponer que no te arruinará el placentero domingo que, con un abrazo, deseo que tengas.

Federico