Muchas veces se habla en Alemania, de la doble moral. Generalmente, se ha usado para designar lo que ocurre en países latinos, en que se predica una estricta moral y se actúa de una manera totalmente opuesta a ella. En los últimos anos, la sociedad alemana se ha dado cuenta de que la doble moral está dentro de ella misma, más expandida de lo que habrían reconocido hace algunas décadas.
El escándalo de abusos sexuales en colegios de elite, tanto de los jesuitas, como de los educadores progresistas de Odenwald. Los casos de corrupción dentro de los partidos políticos, especialmente, el affaire de los dineros de la CDU en que estuvo involucrado incluso el ex-canciller Kohl. Y, últimamente, el caso del "yerno ideal", Christian Wulff que, para más remate, se refugia en un convento y se las da de "católico ejemplar", en circunstancias que la voz del pueblo lo acusa de haber violado todos los mandamientos, salvo aquel de "no matarás".
Recuerdo que la abogado y mediadora Raue (La mesa con esquinas...) nos hizo ver que los abusadores sexuales habían sido personas que habían hecho mucho por sus colegios y eran, por eso respetados y -digo yo- gozaban de una cierta inmunidad... De alguna manera -pienso- no podemos creer que personas que hayan hecho muchas cosas buenas (sacar adelante un colegio, ganar importantes elecciones, propiciar una cultura abierta y de bienvenida frente a los inmigrantes) puedan también perpetrar acciones muy malas.
La lectura del libro de Joachim Bauer, "Schmerzgrenze: Vom Ursprung alltäglicher und globaler Gewalt" ("El límite del dolor: del origen de la violencia cotidiana y global", esto es, mundial, internacional), ya mencionado varias veces en este blog, me ha hecho entender cuál puede ser/es la explicación de este fenómeno.
Bauer nos explica que existe el llamada moral licensing (cita a Miller y Efron) o -en alemán- Freibrief. Lo denominaría, carta de franquicia o de privilegio, en castellano.
Bauer explica que cristianos no debería justificar conductas anticristianas; los marxistas no deberían defender regímenes que justifiquen relaciones de fuerza; los antiracistas no deberían tener comportamientos que discriminen a afroamericanos; los ateos no deberían comportarse como fanáticos religiosos en su ateísmo; o bien, los ecologistas no tendrían que defender posiciones antiecológicas. Bauer explica -en base a abundantes estudios- que estas conductas no son una excepción, sino la regla. Esto es lo que mi generación llamaba "falta de autenticidad" y la generación anterior, inconsecuencia.
Nuestro autor nos explica (en su lenguaje agradable y empático) que "personas que, explícitamente, se muestran a favor de un cierto sistema moral, muestran regularmente, una tendencia a considerar que la confesión que han hecho significa un "activo" (Guthaben, algo que tiene a su haber, por así decirlo). Ven este activo como una especie de "licencia" para comportarse de forma inmoral". Relata varios experimentos que lo demuestran (pags. 180 y 181).
De manera que la medalla de la moral tiene otra cara. Los sistemas morales no hacen "buena" a la persona; sin embargo, pueden destruir lo que quieren preservar (págs. 179 y 180).
Pensaba cómo podría ponerse un atajo a este comportamiento, del que ninguno de nosotros está libre... Me permito proponer: practicar el "conócete a ti mismo, a ti misma" permanentemente y sin miedos; autocrítica constante; apertura al diálogo y al feedback educado y abierto por parte de los demás. Revisar los comportamientos pasados, tener la capacidad de pedir disculpas (así, con todas sus letras); reflexionar acerca de futuros comportamientos y comprobar su admisibilidad o no frente a mi sistema moral. Por último, tomar las decisiones por una misma y no dejarse llevar por el grupo o por eventuales "líderes" o gurúes, no dejarse sobrepasar por personalidades fuertes que arrastren consigo a una suerte de discípulos.
La reflexión es siempre muy buena para prevenir comportamientos de esos que la sociedad califica -con razón- como doble moral. La capacidad de arrepentirse y de pedir perdón, y la humildad: no sentirse nunca como una persona superior a los demás... En efecto, lo que tengo a mi haber es "regalado"... y sólo me cabe agradecerlo;)
Agua Maldita
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Cuenta la leyenda que el monarca Abdul-El-Agreb adoraba el agua. Su
fastuoso palacio, construido en varios niveles, estaba rodeado de estanques
y fuente...
Hace 3 años
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