El viernes pasado (viernes 13) comenzamos a trabajar para nosotros mismos, según los cálculos de la Asociación de constribuyentes y dejamos de hacerlo para el estado.
En la foto, el presidente de la Asociación Karl Heinz Däke toca el gong, lo que indica el momento en que finalmente trabajamos para nosotros mismos, después de haber entregado un 53,01% al estado. (La foto de la Wirtschaftswoche o Wiwo).
Este año, entre impuestos y cargas sociales, pagamos al estado 53,01% de lo que ganamos con nuestro trabajo.
En otras palabras, conservamos tan sólo 47 centavos de cada euro trabajado.
Sí, el 2007, han aumentado los impuestos (IVA, de 16 a 19%, impuestos a los seguros y sabido es que en Alemania tenemos demasiados seguros, a contratar muchos de ellos, nos obliga la misma legislación). Asimismo, muchos ítems que podíamos descontar, ya no los podemos descontar de los impuestos que pagamos. Y variadas cargas son este año, más altas que los anteriores.
Lo que se aprecia en el siguiente gráfico (gracias Tagesspiegel): ver Impuestos, contribuciones y cargas que pagamos al estado
Jahr es año; hacia abajo siguen, lógicamente, los años en que se ha calculado los dos aspectos que siguen:
Soziallastquote es la cuota del lastre social que nos corresponde pagar a los contribuyentes (sí, todos, también los extranjeros, que carecen, sin embargo, de derechos políticos);
Einkommensbelastungsquote es el % de mis entradas brutas que tengo que estregar al estado, por concepto de los dos ítems anteriores.
El 2007, según los cálculos de la Asociación, trabajamos ocho días más que el año anterior. Y tenemos dos centavos menos que el 2006.
Sí, es cierto que el estado hace algo por mí y me entrega prestaciones -dicen los alemanes- como ningún otro estado del mundo lo hace. Así es, Alemania debe ser el único estado en el mundo capaz de ser campeón mundial de las exportaciones y mantener, durante el gobierno de Schröder, a cinco millones de desempleados, circunstancia que soprendía tanto a los norteamericanos, en su momento.
La pregunta es: ¿quiero o necesito todas estas prestaciones que el estado alemán, en demasía, me obliga a aceptar o me gustaría renunciar a algunas?
Personalmente, tengo una lista bien larga de prestaciones a las que me gustaría renunciar voluntaria y felizmente, tales como la televisión estatal o las piscinas públicas, además de las obligaciones derivadas de la legislación de los deshollinadores y aquella otra legislación que rige los cementerios... Sólo por citar las primeras que se me ocurren.
¿No contribuirá, esta misma circunstancia a fomentar la no-necesidad de trabajar? Por ponerlo de una manera elegante.
Algunos dicen -un profesor de economía que defiendo el sistema lo mencionaba hace un par de días- que muchos reciben del estado más de lo que dan.
Claro, es que ahí está precisamente el problema. Que muchos "exigen" mucho más del estado de lo que dan.
El estado alemán se ha convertido en un supermercado, donde vamos a "tomar" todo lo que podamos y mientras más, mejor.
Por otra parte, Däke habla de un "monstruo habriento".
Existe la mentalidad de intentar "sacar" todo lo que se pueda y más de lo que se pueda, si total, pagamos tanto que hay que recuperar lo que a una le han quitado.
(Y ver si después me refiero a lo que sostiene el profesor de Derecho Constitucional en Speyer, Hans Herbert von Arnim).