Copio la segunda parte de mi post
La I Guerra, una especie de Olimpiada...
Al día siguiente, ya en Austria (de regreso de Flandes), Zweig cuenta:
En cada estación, colgaban los
anuncios que llamaban a la movilización general. Los trenes se llenaban
de jóvenes reclutas, ondeaban las banderas y se escuchaba el bramido de
la música. "Encontré toda la ciudad de Viena ahogada en el frenesí". Al
temor primero ante la guerra que nadie había querido (ni el pueblo, ni
el gobierno, ni los diplomáticos... (p. 257),
había dado lugar a un
reprentino entusiasmo.
En las calles se formaban grupos y flameaban banderas, bandas y música
por todas partes. Los jóvenes reclutas marchaban hacia el triunfo. Sus
rostros iluminados, por los gritos de júbilo que les lanzaban, a ellos,
al pequeno hombre común, al que, de ordinario, nadie hacía caso, ni
festejaba.
En honor a la verdad, tengo que reconocer que este despertar de las
masas hay algo grandioso, arrebatador e incluso seductor/tentador, del
que era muy difícil sustraerse.
Y pese a todo mi odio y desprecio hacia la guerra, no me gustaría de mi
memoria estos días. Miles y cientos de miles sentían, en ese momento lo
que nunca antes habían sentido en tiempos de paz: que ellos tenían algo
en común, el sentido de la pertenencia, que pertenecían al mismo
grupo... Una ciudad de dos millones, un país de casi 50 millones
sentían, en ese momento que vivirían, protagonizarían la historia...
Todas las diferencias de estado, de lenguas, de clase, de religión
estaban demás en ese momento de intenso fluir del sentimiento de
hermandad. Desconocidos se hablaban en la calle. Personas que, durante
mucho tiempo se habían evitado se daban la mano. En todas partes se
veían rostros vivos. Cada uno sufría una elevación del yo. No era más el
hombre aislado que había sido; estaba dentro de una masa, era un pueblo
y su persona -por muy insignificante que hubiese sido- tenía un
sentido. El pequeno funcionario de correos -que todo el día sorteaba
cartas-, el zapatero, había recibido, de pronto, la posibilidad
romántica de su vida (p. 258)
: él podría convertirse en un héroe. Cada
uno de los que vestían un uniforme era aclamado por las mujeres...
Reconocían el poder desconocido que se levantaba más allá de su diario
vivir (p. 259).
Me parece que mi traducción alcanza a describir el ánimo
con que la masa popular (y también la élite) se lanzó a la Primera
Guerra... Probablemente, fue así en TODA Europa y no sólo en Austria.
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