Ayer salió en la Jüdische Allgemeine (diario judío de Alemania, es bastante bueno) un comentario de
Martin Krauss, titulado:
Antisemiten sind immer die anderen = Los antisemitas son siempre los otros.
Esta es una actitud que es -a mi modo de ver- bastante extendida en Alemania...
Es ese pensar que todo lo malo viene de afuera, de los extranos, extranjeros, forasteros. Pero que nosotros, quienes vivimos dentro del burgo, somo perfectos e inmaculados.
Puede ser que sea un mecanismo de protección atávico, muy humano; pero no por eso, sumamente injusto, arcaico y que, en definitiva, no permite corregir el problema, ya que no lo reconoce y, por ende, no lo puede afrontar.
El autor se refiere a los dichos del demócrata cristiano Jens Spahn, quien habla de la importación de antisemitismo... En efecto: "Hemos importado antisemitismo... A través de la inmigración de los países árabes que han cambiado el clima en Alemania", cita Krauss.
Por favor, yo vivo en Alemania hace bastante tiempo y he visto demasiado antisemitismo dentro de la sociedad alemana. Creo que no necesitan importarlo...! (Los únicos que he visto que superan con creces a los alemanes, son espanoles que he conocido en Europa).
El autor del comentario aclara que el antisemitismo de jóvenes de raíces árabes o turcas no es poco y que no cabe bagatelizarlo. El antisemitismo de los otros no puede ser ignorado.
Tiene toda la razón Krauss.
Sin embargo, tampoco se puede confiar -expone- de alguien que, ante la aceptación social del antisemitismo, sólo se le ocurre pensar en la inmigración.
En efecto, a mí me parece que esto es hacer de un grupo el culpable de los malos que somos incapaces de ver en nosotros mismos o en nuestro propio grupo social. Ayer eran los judíos los culpables de todo, hoy son los árabes, turcos o en general, los extranjeros... Esto, realmente no puede ser, es algo que una persona inteligente no puede aceptar.
Por último, Krauss comenta que Spahn explica la homofobia a la que él se ve sometido (Spahn es homosexual) cuando camina por las calles de Berlín de la mano de su novio/conviviente, con la inmigración. En otras palabras, la homofobia sería un problema de los extranjeros...
El autor hace ver que en la CDU hay suficientes políticos que no son precisamente homofilos (diría yo). Uno de ellos, propuso reinstaurar el § 175 (tipificaba la homosexualidad como delito), o bien, otro que dice que la homosexualidad es una enfermedad o bien, otros políticos demócrata cristianos pertenecen a organizaciones que tienen por finalidad sanar la homosexualidad.
Krauss concluye que la homofobia no es algo propio de personas con background migratorio, sino que se haya en el centro de la sociedad alemana. Al igual que el antisemitismo.
Por mi parte, sólo puedo confirmar que esta es una triste realidad, a la que hay que enfrentarse y contra la que hay que luchar.
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