jueves, 24 de diciembre de 2015

El pequeno dragón Sión


En la República democrática alemana o Alemania comunista, existía una revista para ninos (oficial, en ese país no existían medios privados), llamada ABC-Zeitung (algo así como Revista del Abecedario) que se dedicaba a la entonces llamada concientización. En el ejemplar número 11 de otono de 1984, aparece la historia del dragón lanza fuego Sión (Feuerdrachen Zion).

Este es el cuento de  un dragón de la especie de los lanza-fuego, llamado Sión. Este dragón vivía cerca de los ninos de Palestina. Era un dragón pequeño y enclenque y que no podía escupir fuego alguno. Tenía una voz chillona, estaba hambriento y, desde todo punto de vista, era miserable y deplorable. 
Los ninos de Palestina le daban de comer; pero no tenían suficiente alimento para el pequeno dragón Sión. Por lo que el dragón se enojó, voló hacia el campo y sacudió las espigas de trigo con su cola y devoró toda la cosecha. Frente a la queja de los ninos, el dragón se volvió verde venenoso (giftgrün) de rabia, escupió fuego y humo y devastó todo el país. 

Esto fue lo que aprendían los ninos chicoe en 1984 en la parte Este del país. A mí no me extrana entonces que, en el Este, tengamos hoy Pegida, NPD, AfD y otros...


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"Die DDR-Kinderzeitschrift ABC-Zeitung brachte im Herbst 1984 das Märchen vom Feuerdrachen Zion, der nahe dem Land der Kinder Palästinas lebte. Das Drache war winzig klein und mickrig, konnte kein Feuer spucken, hatte eine piepsige Stimme, war hungrig und in jeder Beziehung elend und mitleiderregend. Die Kinder Palästinas gaben ihm zu essen, aber sie hatten nicht genug für den kleinen Drachen Zion. Er wurde zornig, flog aufs Feld, drosch mit seinem Schwanz die Ähren auf dem Halm und fraß die ganze Ernte auf. Auf die Klage der Kinder wurde er giftgrün vor Zorn, spie Feuer und Rauch und verwüstete das ganze Land", Antisemitismus in der DDR Propaganda gegen Israel und Juden, especialmente la explicación del profesor W. Benz. 

Ver Leipziger Juden und die DDR: Eine Existenzerfahrung im Kalten Krieg, pág. 231. 




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