En mi artículo de la semana pasada,
Hitler no destruyó la República de Weimar... La encontró ya destruida, comentaba el análisis de Sebastian Haffner (uno de los grandes pensadores alemanes del siglo 20):
"La República de Weimar fue destruida por la decidida determinación de la derecha de Weimar de abolir el estado parlamentario en favor de uno estado autoritario cuya concepción no tenían clara".
En efecto, la República de Weimar no fue destruida por Hitler, quien la encontró ya destruida cuando al asumir el poder: Hitler sólo sacó del poder a quienes la habían destruido.
"La República de Weimar fue destruida por la decidida determinación de la derecha de Weimar de abolir el estado parlamentario en favor de uno estado autoritario cuya concepción no tenían clara".
Cualquier parecido con nuestra realidad actual... es puera coincidencia... O no lo es? Aunque la historia no se repite en forma idéntica, paralelos sí hay. Y muchos.
Pueden leer todo en las páginas 78 a 80 en mi 8a. edición.
On line, en la página 41.
Recordemos que el libro de Haffner es de 1978, durante la República de Bonn. Explica: "La diferencia más grande entre Bonn y Weimar es que la fuerza -de la derecha alemana que rechazaba el estado- y que destruyó la República de Weimar, no existe más.
En otras palabras, la derecha alemana que rechazaba el orden estatal de Weimar, se encontraba, durante la existencia de la República de Bonn, incorporada a las fuerzas políticas constitucionales y que apoyaban la existencia de la República que surgió después de la II Guerra.
Haffner explica que la derecha alemana, en su competencia con Hitler, competencia que perdió, y luego de pagar un salario de sangre (algunos de sus representantes -de lo que llamamos la Revolución Conservadora o la Nueva derecha- fueron asesinados por los nazis que los sobrepararon, por así decirlo), se convirtió y aceptó el régimen parlamentario de Bonn y la democracia. De una conversión, habla Haffner.
En otras palabras, la derecha alemana aprendió que era mejor medirse, en el juego de interacción y de cambio entre gobierno y oposición, con partidos de izquierda incorporados todos al juego parlamentario, que intentar competir con un líder populista, de un estado autoritario y demagógico.
Así, vemos a las fuerzas políticas destructoras de Weimar -antiliberales, antidemocráticas y antiparlamentarias- incorporadas al juego democrático de Bonn.
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