Continuando el tema de ayer... La transformación de la fe-esperanza cristiana en el tiempo moderno: de Bacon al avión y al submarino, me gustaría presentarles hoy una segunda parte referida a este tema.
Como ayer, los puntos aparte son míos...
18. Al mismo tiempo, hay dos categorías que ocupan cada vez más el centro de la idea de progreso: razón y libertad.
El progreso es sobre todo un progreso del dominio creciente de la razón, y esta razón es considerada obviamente un poder del bien y para el bien. El progreso es la superación de todas las dependencias, es progreso hacia la libertad perfecta.
También la libertad es considerada sólo como promesa, en la cual el hombre llega a su plenitud.
En ambos conceptos –libertad y razón– hay un aspecto político. En efecto, se espera el reino de la razón como la nueva condición de la humanidad que llega a ser totalmente libre. Sin embargo, las condiciones políticas de este reino de la razón y de la libertad, en un primer momento, aparecen poco definidas.
La razón y la libertad parecen garantizar de por sí, en virtud de su bondad intrínseca, una nueva comunidad humana perfecta. Pero en ambos conceptos clave, «razón» y «libertad», el pensamiento está siempre, tácitamente, en contraste también con los vínculos de la fe y de la Iglesia, así como con los vínculos de los ordenamientos estatales de entonces.
Ambos conceptos llevan en sí mismos, pues, un potencial revolucionario de enorme fuerza explosiva.
19. Hemos de fijarnos brevemente en las dos etapas esenciales de la concreción política de esta esperanza, porque son de gran importancia para el camino de la esperanza cristiana, para su comprensión y su persistencia.
Está, en primer lugar, la Revolución francesa como el intento de instaurar el dominio de la razón y de la libertad, ahora también de manera políticamente real.
La Europa de la Ilustración, en un primer momento, ha contemplado fascinada estos acontecimientos, pero ante su evolución ha tenido que reflexionar después de manera nueva sobre la razón y la libertad.
Para las dos fases de la recepción de lo que ocurrió en Francia, son significativos dos escritos de Immanuel Kant (retrato, gentileza de este blog), en los que reflexiona sobre estos acontecimientos.
En 1792 escribe la obra: «Der Sieg des guten Prinzips über das böse und die Gründung eines Reichs Gottes auf Erden» (La victoria del principio bueno sobre el malo y la constitución de un reino de Dios sobre la tierra).
En ella dice: «El paso gradual de la fe eclesiástica al dominio exclusivo de la pura fe religiosa constituye el acercamiento del reino de Dios» (17) . Nos dice también que las revoluciones pueden acelerar los tiempos de este paso de la fe eclesiástica a la fe racional. El «reino de Dios», del que había hablado Jesús, recibe aquí una nueva definición y asume también una nueva presencia; existe, por así decirlo, una nueva «espera inmediata»: el «reino de Dios» llega allí donde la «fe eclesiástica» es superada y reemplazada por la «fe religiosa», es decir por la simple fe racional.
En 1795, en su obra «Das Ende aller Dinge» (El final de todas las cosas), aparece una imagen diferente. Ahora Kant toma en consideración la posibilidad de que, junto al final natural de todas las cosas, se produzca también uno contrario a la naturaleza, perverso.
A este respecto, escribe: «Si llegara un día en el que el cristianismo no fuera ya digno de amor, el pensamiento dominante de los hombres debería convertirse en el de un rechazo y una oposición contra él; y el anticristo [...] inauguraría su régimen, aunque breve (fundado presumiblemente en el miedo y el egoísmo).
A continuación, no obstante, puesto que el cristianismo, aun habiendo sido destinado a ser la religión universal, no habría sido ayudado de hecho por el destino a serlo, podría ocurrir, bajo el aspecto moral, el final (perverso) de todas las cosas» (18).
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(17) En: Werke IV: W. Weischedel, ed. (1956), 777.
(18) I. Kant, Das Ende aller Dinge: Werke IV, W. Weischedel, ed. (1964), 190.
Agua Maldita
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Cuenta la leyenda que el monarca Abdul-El-Agreb adoraba el agua. Su
fastuoso palacio, construido en varios niveles, estaba rodeado de estanques
y fuente...
Hace 3 años
2 comentarios:
Kant es el único filósofo occidental que nació en territorio soviético. Es lástima que su imperativo categórico no es popular entre las élites del oligarch de la Unión Soviética anterior.
tienes razón querido Taras!
tengo unas ganas de ir a Königsberg!
qué casualidad, justo estaba en tu blog, leyendo lo de Rinat Akhmetov!
Impresionante!
Mil gracias!
También por las fotos de Kiev de noche, preciosas!
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