miércoles, 30 de enero de 2008

¿Qué hacemos con Koch?


Si Koch fuera un caballero honorable, habría renunciado, el mismo domingo en la noche o, a más tardar, el lunes por la mañana. Pero parece que es un político Pattex, esto es, uno que se queda pegado al puesto.

La sola presencia de Koch produce un rechazo en todos los partidos (menos, tal vez, en la FDP) aparte del suyo (aunque ayer, la CDU en Berlín comenzó el distanciamiento de Koch). Imposible lograr alguna coalición con él. Ayer, la Ypsilanti rechazó las conversaciones con él.

La solución -según la CDU, su propio partido, que ha reconocido el problema- es cambiarlo. Sí, una suerte de tradicional enroque político.

Cambiarlo por Franz Josef Jung, el actual ministro de Defensa. Que sí parece ser un hombre más... normal y que no pelea con todo el mundo. Pero, en este caso, ¿qué hacer con Koch?

Lo normal sería que se fuera a su casa; pero un político como él no lo aceptaría, no lo acepta.

Las alternativas serían: la economía, esto es, alguna empresa estatal o semi estatal o bien donde el estado sea el principal accionista. El procedimiento es conocido y hay cientos de precedentes.

La otra es cambiarse que Jung vuelva a Hessen, como jefe de la CDU. Y Koch ocupe su puesto como ministro de Defensa. Buena idea colocar a un Roudy como jefe de las Fuezas Armadas. Pero ayer, Jung -desde Afganistán- dijo que él no aceptaba el cambio y que prefería quedarse como ministro.

O que Koch se convierta en ministro de economía. Pero eso supone que Glos, el actual ministro, de la CSU (que ha dejado de teñirse el pelo y ahora luce orgulloso su frondosa y blanca cabellera), renuncie a esta cartera y acepte irse a Defensa o a su casa. La segunda alternativa es inaceptable para su partido.

En fin, pienso que cuando alguien, con una campaña paranoica como la de Koch (jóvenes extranjeros delincuentes; derecho penal para niños; y ataque personal a sus contradictores) y pierde 12% en una elección que estaba asegurada, en definitiva, que fracasa rotundamente, sólo merece, tomar sus pertenencias, abandonar su oficina e irse a la casa, a ayudar a su sra. (foto, el día de la elección) en los quehaceres domésticos.

Pero hay un tipo de hombres en Alemania a quienes resulta muy difícil, por no decir, imposible, reconocer una derrota. Siempre son "culpables" otras personas... en este caso, la prensa, los extranjeros, los comunistas y quizás quién más.


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