Ignacy Jeż es un obispo polaco que murió un día antes de ser nombrado cardenal por el Papa Benedicto, el 16 de octubre pasado.
Había recibido, en Alemania, la Bundesverdienstkreuz, la cruz al mérito federal alemán, que se concede, como es lógico, sólo a personas destacadas y a muy pocos extranjeros.
Fue uno de los artífices de la carta en que los obispos polacos (saltándose al gobierno comunista de entonces), al final del Concilio Vaticano II, invitaron a sus colegas, los obispos alemanes, a celebrar con ellos, los mil años de la cristianización de Polonia.
La carta decía "Wir gewähren Vergebung und bitten um Vergebung" = los perdonamos y les pedimos perdón.
Ignacy hablaba alemán muy bien (qué habría dicho Jaroslav, ver Donald Tusk vs. Kaczyński Jaroslaw).
Lo aprendió en Dachau, el campo de concentración en Bayern donde estuvo recluído hasta el fin de la guerra. Hasta la llegada de los amis (así le llamamos a los norteamericanos en Alemania).
El 17 de octubre pasado, Radio Vaticana publicó una entrevista (la última con el obispo), en que él señalo que en Dachau, había aprendido que no son los alemanes los enemigos de los polacos, sino los nazis, los enemigos de la humanidad.
Paul Badde, el estupendo periodista y escritor alemán y ex-vecino del card. Ratzinger en Roma (se dice que son /eran muy amigos) nos cuenta en un artículo en Die Welt que la profesión con mayor representación en los campos de concentración alemanes era la de sacerdote.
El entonces joven capellán polaco conoció en Dachau, por ej. a Josef Kentenich, el fundador de Schönstatt.
Reflexiones sobre una nueva constitución para Chile, por Javier Edwards
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*Recibí este texto por whatsapp. Copio lo que recibí. Supongo que será de
Javier; pero no estoy segura, ni tengo cómo comunicarme con él para
preguntarle....
Hace 4 años
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