Antes de la aparición de la navegación a vapor (durante el s. 19), en el río Rhin (a orillas del cual vivo), las embarcaciones eran arrastradas con cuerdas desde la orilla por grupos de hombres fuertes.
Con la llegada de los vapores (el primero en 1816, una embarcación inglesa) los fuertes hombres que tiraban las embarcaciones, quedaron sin trabajo, sin duda, no de la noche a la mañana, pero sí, en un periodo corto de tiempo.
Con eso, aumentó considerablemente el desempleo a orillas del Rhin... Imagínense qué habría ocurrido si el gobierno de aquella época hubiera decidido financiar, con los impuestos de todos los contribuyentes de entonces a los "arrastradores" de barcos del Rhin. Se les habría subvencionado y no tendríamos vapores en el Rhin. No se habría desarrollado el comercio y menos aún, el transporte de personas por el río.
Sí, el Rhin, el mismo río a orillas del cual, varias décadas más tarde se daría luz verde a la implementación de la economía social de mercado que sacó a Alemania de la ruina más absoluta en que quedó después de la II Guerra mundial. Perdón, a Alemania occidental la sacó de la ruina, no a la Oriental, que prefirió seguir el camino... sorry, no, no prefirió, sino que tuvo que seguir el camino trazado desde Moscú.
Lo importante no es que alguien quede sin trabajo, esto es terrible, muy terrible, porque mujeres y hombres fuimos creados para trabajar (ut operaretur, ya lo dice Dios estando aún nuestros primeros padres en el jardín del Edén), no. Lo peor es que, habiendo quedado sin trabajo, una persona no encuentre otra labor remunerada, digna y de acuerdo a sus habilidades y capacidades.
Este tema macroeconómico -por así decirlo- es lo que nos debiera preocupar; pero financiando labores ya superadas por la historia y por el desarrollo no contribuímos precisamente al progreso que es lo que permite el bienestar, el bienestar de todos.
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