Es una gran casualidad que, después de la polémica de la semana pasada con Carlos Larraín (
la última de mis cartas: respuesta a la respuesta a mi respuesta a la carta de C. Larraín), sobre el tema #CartelDelConfort, justo ayer domigo en WamS (edición dominical de Die Welt, uno de los tres diarios más importantes de Alemania; los otros son el Süddeutsche y el FAZ), aparezca una entrevista a
Daniel Zimmer (conocido como liberal y cercano a la FDP, esto es, a los liberales alemanes).
Zimmer es presidente de la Comisión federal antimonopolios (
Monopolkommission), gremio de consejería del gobierno federal en temas de libre competencia, del derecho que protege la libre competencia y de su regulación por parte del estado.
En
"Am Ende könnte es einen Toten geben", Zimmer senala que hay una inclinación al mal inevitablemente humana, que se expresa en la formación de carteles. Lo que es, en realidad, un fraude a los consumidores, que están obligados a comprar menos de un bien necesario, ya que su precio es alto. Esto es, en uno o dos periodos, disminuye la masa del producto existente en el mercado, ya que la demanda es menor (
Mengeneffekt). Lo que perjudica adicionalmente a la economía.
El periodista
Michael Gassmann hace ver que tenemos la impresión de que el mal se expande raudamente en Alemania, ya que el año pasado, el
Bundeskartellamt (oficina federal anti-carteles) pasó multas por más de mil millones de euros por la formación de cartelles de la cerveza, del azúcar, de los rieles de ferrocarril, de los colchones y de otros productos.
Dos ideas entonces: el intentar burlar, engañar a los consumidores y a los competidores mediante la formación de carteles y la fijación indebida de precios y la repartición de segmentos del mercado, radica en la naturaleza humana que tiende hacia el bien; pero se inclina hacia el mal. Esto es algo que hay que corregir permanentemente, como se corrige el curso de un satélite geosíncrono permanentemente. En esto, las empresas deberían hacer una especie de examen de conciencia permanente o al menos frecuente. La conciencia en una empresa se llama compliance. Lamentablemente, hay muchas empresas que no tienen conciencia... perdón, quiero decir: que no tienen compliance.
La segunda idea es que la economía de mercado tiene los mecanismos de corrección y de castigo de anomalías, faltas y delitos. Como Sergio Silva Alcalde @SergioSilvaAlca decía en Twitter: la "democracia es mejor sistema de gobierno. Y el mercado, la mejor organización para asignar recursos escasos y crear riqueza. Y
para eliminar errores".
Sí, en un sistema sin economía de mercado y sin democracia, igualmente existen abusos y errores; pero su eliminación es infinitamente más difícil sino imposible. Este es el gran plus de la democracia liberal y del sistema económico de mercado.
Pensemos solamente en un sistema donde no exista la libre competencia. En un sistema socialista, estatista, fascista, comunista. En él, el consumidor no podría tomar la decisión de no comprar el producto de las empresas coludidas. El consumidor no tendría alternativa. Una alternativa que sí tiene en un mercado abierto y libre. Su decisión es, en este caso ética, no está guiada solamente por un economicismo ciego. No sólo mira el precio y la calidad. Es por esto mismo que, en Europa tomamos decisiones como no comprar en tal o cual tienda porque produce en el tercer mundo en condiciones inhumanas para sus empleados. Por nuestro criterio ético que se desarrolla libremente en una economía igualmente libre y abierta.
Retomando la entrevista, Zimmer hace ver que este aumento de los casos de formación de carteles se debe a la llamada
regla del Kronzeuge, esto es de la autodelación. Kronzeuge significa testigo con corona. Esto es, un testigo al que se le disminuye la multa o incluso se le puede no aplicar en absoluto una multa, ya que se autodelató, a sí mismo y a sus compañeros de cartel. Evidentemente que los compañeros delatados no gozan de ningún beneficio.
El presidente de la Comisión aclara que, aunque las multas son muy altas, la cantidad de casos delatados no disminuye. Eso quiere decir -continúa- que el actual sistema no es lo suficientemente disuasivo, como para impedir la formación de carteles. La probabilidad de ser descubiertos no es lo suficientemente alta como para no formarlos. Los expertos hablan de una alta cifra de casos de formación de carteles que desconocemos. La cuota de carteles descubiertos, se calcula que llegaría sólo a un 20 a 30%.
A contrario sensu, hay entre un 70% y un 80% de carteles que siguen actuando y que desconocemos. Que nos perjudican a todos, crean una distorsión en los precios y son un verdadero ataque directo a la economía libre, a la libre competencia, al fair play y a la justicia. Todo cartel es una gran injusticia.
Zimmer explica que la Comisión que él preside ha propuesto -ha llamado a un debate, dice- castigar la formación de carteles con sanciones penales de hasta cinco años de cárcel además de multas. En otras palabras, se multaría a las empresas -como hasta ahora- y se castigaría penalmente a los ejecutivos que participan en su formación.
Hasta ahora -comenta Zimmer- las empresas son sancionadas como en el caso de una infracción (Ordnungswidrigkeit), como si se tratara de conducir muy rápido o dejar el auto mal estacionado. Hay sí, altas multas, pero sólo a la empresa. No a las personas que actuaron en su nombre. Someter a los ejecutivos o directivos a un proceso penal puede llevar a un cambio radical de actitud.
Parece que en Chile pasa más o menos lo mismo, ya que "la colusión se eliminó como delito con la ley Nro. 19.911, publicada en el Diario Oficial de 14 de noviembre de 2003", me dice una amiga. Mi amiga cita este estudio:
Acerca de la actual falta de punibilidad en Chile de los acuerdos de precios, ver III 3.
En suma, en Chile, si la
Fiscalía Nacional Económica hace bien su labor, no le puede caber a nadie la menor duda de que habrá más casos como el del cartel del confort, en el futuro. En el fondo, deberíamos alegrarnos de que así sea. Que las malas aciones sean descubiertas y castigadas. La concupiscencia nos afecta a todos, incluso a los grandes empresarios, de eso no cabe duda, ya que son humanos (ver la carta de Nicolás Vial sobre
Entrevista a Eliodoro Matte, con la que yo estoy en desacuerdo. Ver, asimismo, el tema de la moral licensing).
Lo que parece sí insuficiente es que no exista una sanción penal a las personas naturales que realizan estos acuerdos. Y esta crítica vale, tanto para Chile, como para Alemania. Si la empresa paga -por muy altas que sean las multas- y los ejecutivos, empleados, dueños, incluso abogados- salen incólumes y no tienen responsabilidad penal alguna (no, al menos en forma directa; habría una forma de hacerlos responsables; pero esto va más allá de lo que quiero tratar en este artículo), entonces, me arriesgo, ¿por qué no? Si me descubren, paga la empresa, nada me puede pasar a mí. Es un juego, una apuesta; no me descubren, me alaban los accionistas y los analistas; la empresa gana más. Me descubren, paga la empresa, a mí no me pasa nada. Vivo, eso sí, con un cargo de conciencia, con uno grande... Pero, parece que, en el caso de algunas personas, hasta la conciencia se puede comprar.